Ahora, aunque me negara a aceptar el hecho, la vida me había puesto a prueba. En mi cabeza sonaban preguntas como; ¿por qué a ella?, ¿por qué hay personas a las que parece que todo les va bien y otras sufren mucho?, y ahora que todo ha cambiado ¿quién soy yo?, ¿qué estoy haciendo con mi vida?… El dolor, el sufrimiento y la culpa se apoderaron de mi durante un tiempo. Necesitaba entender para qué existe el sufrimiento, pues desde mi mente racional no podía aceptarlo. Quizás por desesperación comencé a buscar todo tipo de respuestas en internet para poder entender un poquito más de qué iba todo esto de la vida. ¿Para qué sufrimos?, fue una de las preguntas que resonaban en mi mente, y buscando en internet estas preguntas, llegué a encontrar meditaciones que hablaban del dolor y el sufrimiento. Aquí empecé a descubrir el mundo espiritual.
Siguiendo la metáfora del viaje del héroe, en esta etapa (la llamada a la aventura) la realidad conocida hasta ahora para mi ya no existía, una nueva visión de la vida empezaba a manifestarse. Ahora tenía una nueva misión, un nuevo desafío que afrontar, pues quería dejar de sufrir, perdonarme y poder ser feliz, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo. Además, ni siquiera me planteaba conscientemente estas cuestiones, solo seguía mi intuición, mi curiosidad y el deseo de mi alma por expandirse más allá de un estado de dolor y sufrimiento profundo.
La vida me había golpeado tan duro que me negaba por completo poder aceptar la situación, pero la realidad era que mi madre ya no estaba conmigo, y no podía cambiarlo, el único camino posible era aprender a aceptar la realidad. Comenzaba la búsqueda del camino interior para comprenderme y comprender la situación.